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domingo, 28 de noviembre de 2010

La importancia de vestirse bien

La vestimenta y el estilo dicen mucho de cada persona, pero hay que ser consientes de que hay que adecuar nuestro vestuario dependiendo de la ocasión.
Para una fiesta de gala, no podremos vestirnos demasiadas provocativas ya que pecaremos de parecer vulgares. Para un día de campo no nos pondremos nuestros tacones, y para un día de oficina tenemos que vestirnos formales, con faldas de traje, pantalones y blusas que no tienen porque ser aburridas, pero tampoco provocativas.
Este es el caso de una empleada ejecutiva “X”, que pareciera que va a la oficina a buscar ligue para el fin de semana. Siempre lleva faldas de traje, lo cual estaría muy bien si no se las untara y no fuesen 15 cm arriba de la rodilla. Sus blusas son de seda, pero cuando no la lleva transparente, su escote no deja nada a la imaginación.
El problema es que los comentarios sobre ella no son muy buenos, ni por parte de sus compañeras ni por parte de sus compañeros, que nunca la han mirado a los ojos. Esto también se ve reflejado en su crecimiento profesional, ya que su jefe se siente incómodo ante tal situación. Y no porque se sienta intimidado, sino porque su forma de vestir habla muy mal de ella, ya que trabaja en una empresa demasiado seria y de mucho renombre.
Su jefe, al ser hombre, se siente limitado al no poder darle un “feedback” honesto ya que la persona en cuestión lo puede tomar como un abuso sexual interpretando que su jefe mira sus atributos, y no hablo de los que aparecen en su currículo; o algo peor… la está discriminando por ser mujer.
La inserción de la mujer en la vida profesional, los logros y éxitos que hemos alcanzado y que todavía vamos a por más, no los podemos estropear con comportamientos antiprofesionales en los que nos rebajamos a ser una “cosa sexual”. Imaginaos si nuestros compañeros de trabajo fuesen vestidos con pantalones ajustados que dejasen ver cada una de sus formas, y con camisas sin mangas y desabrochadas que por más que fuesen de seda…
Vestirse sexy, provocativa y sensual no está para nada mal, por el contrario; pero eso hay que dejarlo de la puerta de la oficina… para afuera.

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